Si bien los Estados Unidos tienen un largo historial de desarrollo de la industria de petróleo y gas, el reciente aumento en el nivel de actividad ha sido rápido y empinado. Entre 2000 y 2014, más de 173.000 pozos de gas natural nuevos entraron en operación, mientras que la tasa promedio de producción de petróleo creció casi un 50%.1 En 2014, había más de 1.1 millones de pozos activos de petróleo y gas en todo el país.2
Gran parte del desarrollo reciente se puede atribuir al boom del petróleo de esquisto (shale oil), que ha intensificado la perforación en muchos lugares y la ha introducido en otros. Cada vez más, las operaciones se han ampliado para incluir no solo los pozos propiamente dichos sino también las plantas de procesamiento y el transporte para llevar el gas y el petróleo a los consumidores. A pesar de una reducción reciente en el ritmo de exploración, la industria y los gobiernos estatales siguen haciendo planes para aumentar la explotación en los años venideros.
Esta expansión de la actividad también ha aumentado la gama de impactos potenciales para el medio ambiente y la salud. A su vez, el gran interés en la contaminación del agua potable que tomamos se ha complementado con preguntas sobre los riesgos para el aire que respiramos.
Este interés deviene en parte de la creciente atención sobre el impacto del gas natural sobre el clima, ya que se trata de metano puro, un gas de invernadero 80 veces más potente que el dióxido de carbono. Un estudio reciente estimó que entre 2002 y 2014, las emisiones de metano en los EE. UU. crecieron más del 30%, en gran parte probablemente al boom del petróleo y gas de esquisto.3 La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos proyecta que las emisiones de metano de la industria de petróleo y gas podrían aumentar un 25% en la próxima década. 4
Tanto las operaciones convencionales como no convencionales de petróleo y gas utilizan procesos industriales pesados, los cuales por definición liberan una variedad de contaminantes dañinos para la salud. El inventario de emisiones aéreas de Pensilvania muestra que entre 2011 y 2013, el volumen total de compuestos orgánicos volátiles (VOC) emitido por pozos de gas no convencionales aumentó un 70% y el de benceno un 66%. 5 En la cuenca de Uinta en Utah, los VOC emitidos por la industria de petróleo y gas aumentaron casi un 80% entre 2006 y 2012, y ahora contribuyen casi toda la contaminación de VOC en la región.6
Un estudio de la capa bituminosa Eagle Ford en Texas proyectó que para 2018 las emisiones de VOC podrían ser entre 200 y 450% mayores que en 2012, dependiendo del nivel de desarrollo. 7
Las comunidades que viven en la primera línea de la explotación de petróleo y gas han sido desde hace mucho tiempo las primeras en notar el impacto del deterioro de la calidad del aire y en sonar la alarma para el público en general, las autoridades y los medios de comunicación. Estudios recientes han descubierto que los problemas de salud son más frecuentes y los niveles de riesgo más altos en las personas que viven cerca de los pozos y las plantas que para aquellos que viven más lejos. 8
Además, los problemas de salud reportados por los residentes que viven en proximidad con los pozos y plantas de petróleo y gas frecuentemente son bastante similares. En varios estados se han realizado estudios que identificaron patrones similares entre las exposiciones potenciales y los síntomas resultantes, particularmente para problemas respiratorios, irritación de la vista y la garganta, dolores de cabeza, náuseas y estrés.9
Dadas estas tendencias, no es sorprendente que los residentes próximos a los campos de petróleo y gas estén haciendo preguntas básicas en todo el país. “¿Qué tiene el aire que respiro?” y “¿Por qué me está enfermando?” Sin embargo, los reguladores que supervisan la industria de gas y petróleo y los dirigentes que definen la política al respecto solo han podido dar respuestas parciales y ambiguas.
Los residentes, organizaciones e investigadores se han hecho cargo cada vez más de la búsqueda de respuestas más definitorias. Este relevamiento describe muchos de los distintos métodos de monitorización del aire que se están usando actualmente en proyectos comunitarios para aumentar la comprensión del proceso de contaminación del petróleo y gas. También considera las razones por las que – para confrontar el aumento de las emisiones y de los problemas cada vez mayores de salud – es necesario más monitorización para comprender el impacto de la industria de petróleo y gas sobre la calidad del aire, y para garantizar que los residentes afectados obtengan la información que necesitan y merecen para proteger su salud.